No todo es como parece


   Por Víctor Castillo Morquecho    


Durante el último par de décadas, las ONG’S, las redes sociales, los medios informativos, la publicidad, así como los organismos públicos y privados, se han dado a la importante tarea de promover una lucha frontal contra la discriminación, y todos sabemos que detrás de cualquier acto de discriminación, existe algún tipo de prejuicio. Por ejemplo, la errónea idea de que una mujer debe ganar menos porque es menos capaz que un hombre, es un prejuicio que ha cumplido la función de asegurar un sistema patriarcal y machista. Suponer que el color de piel influye en la calidad moral de las personas, es otro prejuicio que genera la marginación de algunos sectores de la sociedad, y lo mismo ocurre cuando se discrimina a las personas por causa de su preferencia sexual. 


Lo más grave, sin embargo, es que los prejuicios no sólo tienen que ver con cuestiones políticas o sociales, sino que, en realidad, muchos de los problemas que cotidianamente enfrentamos tienen que ver con la tendencia a prejuzgar una determinada situación. El ejemplo más clásico es el de los celos, frecuentemente alimentados por el hecho prejuzgar la intención de una mirada, las implicaciones de un mensaje o de una llamada telefónica, o por prejuzgar las implicaciones de un encuentro (real o imaginario). Pero así como ocurre en el caso de los celos, lo cierto es que cada vez que prejuzgamos, generamos distorsiones de la realidad, que pueden llevarnos a provocar discusiones y problemas innecesarios o, simplemente, a aislarnos de los demás.


¡Claro! Nadie está diciendo aquí que las infidelidades no existan, ni se está diciendo que todos los problemas y las discusiones sean producto de la imaginación o producto de un prejuicio. Pero hay que reconocer que, muchas veces, juzgamos anticipadamente, juzgamos sin tener todos los datos o juzgamos a una situación sin valorarla realmente y sólo en base a una experiencia previa que, quizá, no tiene nada que ver con la circunstancia actual. 


Prejuzgar daña la convivencia y lastima, pero no sólo a quien es objeto de un prejuicio, sino a quien juzga anticipadamente, pues prejuzgar puede generar toda clase de sentimientos negativos (como amargura, intolerancia o enojo). Por tanto, ¡presta mucha atención!, pues a continuación te comparto 7 importantes pasos que te ayudarán a evitar esa nociva tendencia a prejuzgar, y que están basados en el libro «Insight» de Bernard Lonergan.


1. Antes de juzgar o definir una situación, ¡tómate un respiro!

Yo sé que esto es muy difícil, pues cuando alguna situación altera el curso normal de nuestra vida, lo primero que sucede es que reaccionamos con las entrañas. Sentimos miedo, sentimos enojo, sentimos tristeza, etc. Pero hay que tener cuidado pues, por lo regular, las emociones interfieren con la forma en que interpretamos las circunstancias y, por tanto, interfieren con las conclusiones a que podamos llegar. Es muy importante, entonces, darnos un tiempo para tranquilizarnos y para analizar con calma un problema o una determinada situación.

2. Antes de sacar conclusiones, ¡reúne la mayor cantidad datos que te sea  posible!

Cuando una situación nos altera, obviamente nos surgen preguntas: ¿qué ha pasado?, ¿cómo ha pasado?, ¿por qué ha pasado?, etc. Preguntas que intentamos responder y que, en ocasiones –debido a la presión del tiempo (pues queremos una repuesta lo más rápido que sea posible) o debido a la presión social (los demás nos exigen una repuesta)– respondemos de manera precipitada, sin haber reunido todos los datos. Por tanto, lo segundo que necesitamos hacer es reunir la información que pueda llevarnos a entender lo que ha sucedido o lo que está provocando un determinado problema.

3. Cada problema o situación dependen de las circunstancias

Es necesario partir de que, por lo general, nada sucede dos veces exactamente de la misma forma. Siempre existen circunstancias particulares que influyen en una situación, de manera que no podemos juzgar un hecho sólo a partir de lo que ocurrió el día anterior o a partir de lo que ocurrió hace diez años. Así que si tuvimos, por ejemplo, una mala experiencia en nuestra última relación de pareja, esto no quiere decir que ya no podremos establecer una nueva relación, ni que esta nueva relación no pueda ser distinta. Al contrario, la experiencia ha de servirnos  para identificar nuestras verdaderas necesidades, así como lo que estamos dispuestos a dar en una relación.


4. ¡Escucha todas las voces!

Ahora bien, en ocasiones ocurre que sólo nosotros mismos tenemos que ver con una situación que nos altera, como ocurre, por ejemplo, cuando nos vemos sorprendidos por nuestros propios –y quizá injustificados– sentimientos de enojo o de tristeza. La realidad, sin embargo, es que la mayoría de las veces existe más de una persona implicada en una situación y, en consecuencia, es muy importante escuchar a los demás, antes de tratar de sacar conclusiones. Y cuando hablamos de escuchar, hay que recordar que escuchar es muy distinto que simplemente oír, pues de lo que se trata es de intentar ponerse en los zapatos de la otra persona, para tratar de entender su punto de vista, así como el motivo de sus acciones o de sus palabras. En este caso –y sólo por poner un ejemplo– es relativamente común que una persona mienta con tal de proteger a un tercero, y si bien esto no elimina la mentira, el hecho de escuchar los motivos de una persona puede ayudarnos a entender que, quizá, la mentira no tenía como primera intención el causar algún daño.

 

5. El error puede ser parte del proceso

Antes de hacer un juicio y, por tanto, antes de tomar alguna decisión, es fundamental hacer una segunda pausa y preguntarse, «¿en realidad esto es así?» Pues la reflexión es lo que nos permite darle una segunda mirada a los hechos y a las conclusiones que hayamos sacado, lo cual puede prevenirnos de cometer algún error y, de ser el caso, ¡aún estaremos a muy buen tiempo para rectificar!


6. No intentes barrer tus conclusiones bajo la alfombra

En el otro extremo de un prejuicio se encuentran la condescendencia y la desidia, las cuales pueden generar tanto o más daño que un prejuicio. De manera que cuando los datos son claros y la evidencia es palpable, ¡necesitamos decidir y actuar!, y no hacernos «de la vista gorda», entrando en el juego de decir «aquí no pasa nada». Después de todo, no podemos esperar que pasen años sin que nada suceda o suponer que el tiempo dará la solución a un problema, pues las situaciones que nos afectan o que afectan a quienes rodean, difícilmente podrán solucionarse por sí mismas.  


7. Los juicios humanos no siempre son definitivos

Finalmente, bien vale volver a recordar que las circunstancias cambian y que las personas también pueden cambiar. Por tanto, lo que hoy podamos dar por cierto, no deberá llevarnos a cerrar la posibilidad de un cambio en los demás o en las circunstancias. Además, también es cierto que, con el paso del tiempo, llegamos a ver las cosas de una forma distinta, por lo que en ocasiones resultará conveniente reevaluar una situación. Esto no sólo nos permitirá considerar la posibilidad de un cambio en lo que hayamos concluido, sino que también nos permitirá sentirnos más seguros con nuestras conclusiones, en caso de que no se presenten cambios significativos.

Finalmente…


Considera que estos siete pasos han de ser aplicados por cada una de las partes involucradas, para que no hagamos, ni seamos objeto, de juicios precipitados.

 


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